Policarpa Salavarrieta
Manuelita Sáenz.
Publicado por Mujeres del Bicentenario en 18:54 0 comentariosA los doce años de edad se une a las fuerzas revolucionaras emancipadoras que iniciaron la Revuelta en Quito, el 9 de agosto de 1809.En 1814, a los 17 años fue enviada a un convento para que fuera educada como todas las señoritas en Quito. Esto no fue un impedimento para que manuela y en poco tiempo se enamoró de Fausto D’Elhuyary, con quien huye del convento. Sin embargo contrajo matrimonio con con el médico inglés James Thorne, hombre que le doblaba la edad, pero quien era muy adinerado, quien se enamoro profundamente de manuela perdonándole todas sus infidelidades, y respetando sus ideales.
Un año después la conflictiva pareja llegó a Lima, donde Manuelita inició frecuentes tertulias revolucionaria en julio 28 de 1821 Manuelita estuvo allí cuando se declaró la independencia del Perú y participó de lleno en todo el proceso. Fue debido a sus servicios patriotas y a su valor que se le nombró Caballero de la Orden del Sol.
El 24 de de mayo, día del triunfo de Pichincha. Manuela tuvo la oportunidad de entablar amistad con el general Sucre. También conoció al General Juan José Flores y a quien sería llamado Libertador, Simón Bolívar. A partir de ese instante la joven de 25 sería la fiel compañera y amante del gran héroe Bolívar.
Al año siguiente, se traslada con Bolívar al Perú y se convierte en uno de sus secretarios más allegados. En los años que siguieron, Manuela se cuenta dentro del ejército que lucha por la libertad. En esta época escandalizaba a todos, cuando utilizaba uniforme de soldado para ir a las campañas. Pasaba algunos lapsos en la residencia LA Magdalena, hogar prohibido de la pareja, donde guardaba que los papeles de su amado Simón estuvieran en orden.
Gracias a que Manuelita era no sólo muy activa y realmente creyente de la causa, sino también recelosa, valiente, curiosa y mujer de armas tomar pudo salvarle la vida a su amante en dos ocasiones durante el año de 1828, a raíz de lo cual se le conoce como Libertadora del Libertador.
El vestir de hace doscientos años.
Publicado por Mujeres del Bicentenario en 14:21 0 comentariosSus cabellos largos más aún si eran de la clase alta lo recogían con peinados altos y llamativos, mientras las de clase baja utilizaban el cabello suelto o en trenzas.
Era fácil identificar a que clase social pertenecía cada mujer, pues las diferencias en su vestimenta era muy marcada, pero luego de la independencia la moda da un giro convirtiéndose en una moda “romántica” en la cual aquellas faldas largas ya no eran las más apetecidas, por el contrario subió hasta la mitad de la pierna por lo cual era de mayor importancia el uso de zapatos y de medias de alta calidad, pero esta no duro mucho pues luego de un corto tiempo volvió a bajar aunque con un nuevo componente el uso de botas.
Las telas eran un poco más transparentes, los colores eran más vivos, mucho más llamativos, que las diferenciaban de aquellas mujeres un poco más recatadas las cuales a su vez eran llamadas las “piadosas” pues eran bastante devotas por lo cual en su vestuario el café, el negro y el blanco eran los utilizados.
Aquí la clase social ya no es tan fácil de identificar pues ricas y pobres utilizaban lo mismo atuendos, lo que realmente las identificaban era la calidad de las telas, la ausencia del calzado en las pobres y los peinados.
Peinados que en el siglo XIX dan un cambio total, pues los adornos entre pañuelos, plumas, flores, pedrería cintas, peinetas y demás hacen que aquellos peinados altos y llamativos sean cambiados por sencillos pero atractivos.
Hoy hace doscientos años las mujeres visten como quieren, utilizan pantalones, sombreros, accesorios que anteriormente eran solo para el hombre, su cabello es llevado como a cada uno le parezca largo, corto, liso, ondulado y lo peina de la forma que quiera ya no hay una tipificación en los peinados de mujeres de alta clase con las mujeres de baja clase.
Por: Deisy Alvarado
La Historia que no Ama a las Mujeres
Publicado por Mujeres del Bicentenario en 17:47 0 comentarios"Apenas ha habido una sola guerra que no haya contado con participación femenina", escribió el periodista y novelista sueco Stieg Larsson (1955-2005) como apertura de la última parte de su trilogía "Millennium", que acaba de ser lanzada en castellano.
Como ejemplo, el autor del fenómeno literario del momento mencionó que en la guerra civil estadounidense (1861-1865) "se estima que combatieron 600 mujeres. Lo hicieron disfrazadas de hombres".
En una reflexión que bien puede aplicarse a la gesta emancipadora americana, Larsson dice: "A los libros de historia siempre les ha resultado difícil hablar de las mujeres que no respetan la frontera que existe entre los sexos. Y en ningún otro momento esa frontera es tan nítida como cuando se trata de la guerra y del empleo de las armas".
Por eso, para Quintero, "la comprensión del proceso no apunta a la excepcionalidad, a la heroína, sino a entender que la dinámica histórica incorpora a todos los actores en función de su condición para cuando esos acontecimientos ocurren".
"Fuera del código heroico o de excepcionalidad se podrá comprender lo que significó la participación femenina. Por ejemplo, que los ejércitos admitiesen la necesaria incorporación de las mujeres, pero que las constituciones políticas que siguieron a su esfuerzo no les reconociesen participación en los asuntos del poder", señaló Quintero.
Se precisa aprehender que "las mujeres guerrearon, pero también huyeron, se ocultaron, sufrieron, sembraron, cuidaron casas, familias y fincas, amaron, criaron los hijos y enviudaron, y además estuvieron en el bando contrario, como las olvidadas realistas", dijo Quintero.
La historiadora es autora de una biografía de María Antonia Bolívar, hermana del libertador y partidaria de la corona española.
Guardia sostuvo que "la tendencia prevaleciente en el estudio de la historia descalifica como objeto de estudio el ámbito de la vida cotidiana y, por lo tanto, a las mujeres que han actuado principalmente en ese espacio. No obstante, la vida cotidiana está en el centro del acontecer histórico".
Para Quintero "cuando se establece distancia entre la realidad y seres excepcionales, como con Sáenz, no se revaloriza historiográficamente el papel de la mujer sino la significación de una heroína desde el código patriótico de quien elabora el discurso".
"Pero eso no tiene consecuencias sobre la significación de la mujer en la historia, ni sobre la vida femenina ni sobre los problemas de la mujer contemporánea", concluyó.
Entorno Latinoamericano
Publicado por Mujeres del Bicentenario en 16:25 0 comentariosMujeres Lideres del Bicentenario - Espacio de encuentro, información, organización, formación, debate, de mujeres peronistas para fortalecer el Proyecto Nacional y Popular- es un blog argentino que brinda a sus lectores un amplia vista acerca las figuras femeninas y factores más relevantes que intervinieron en el proceso independista de Argentina, enfocado en una postura política que promueve y desarrolla propuestas sociales basados en la primera dama argentina, María Eva Duarte de Perón.
"Evita es una de las figuras que luchó por la justicia social, que más odio y furia recibió de las clases dominantes de nuestro país. Sin embargo, si uno recorre los archivos de esa época, ya sea en película, foto o audio, podría aventurarse a decir que Eva es uno de los mejores ejemplos de esa frase que dice algo así como «endurecerse, sin perder la ternura.» Pero, ¿qué significa rescatar a Eva Perón, Evita, Esa Mujer en el 2010? Pensar en Evita, es pensar en nosotros. Pone sobre la mesa todo nuestro potencial, y también nos deja expuestas nuestras propias contradicciones, las miserias con las que cargamos todavía."
Juana Azurduy o Manuela Sáenz, Bartolina Sisa o Gertrudis Bocanegra, Luisa Cáceres o Policarpa Salavarrieta, las heroínas testifican la participación femenina en la lucha por la independencia americana de España, gesta cuyo bicentenario comienza a conmemorarse este año en América Latina.
Pero, a la vez, encarnan el solapamiento político e historiográfico del papel de la mujer, que masivamente combatió o padeció en ese proceso de un cuarto de siglo, entre 1809 y 1824.
El 14 de julio, la presidenta argentina Cristina Fernández ascendió post-mortem al grado de generala a la teniente-coronela Juana Azurduy (1780-1862), quien perdió cinco de sus seis hijos mientras guerreaba por la independencia del Alto Perú, hoy Bolivia, dependiente de Buenos Aires al final del período colonial.
Dos años antes, el presidente ecuatoriano Rafael Correa ascendió también a generala a Manuela Sáenz (1797-1856), la llamada "amante inmortal" de Simón Bolívar (1783-1830) y coronela del ejército libertador, al conmemorar un aniversario de la batalla de Pichincha (1822), en la que participó esa heroína nacida en Quito.
"Eso es política, no es historia", dijo Inés Quintero, vicedirectora de la Academia Venezolana de la Historia. "No se revaloriza el papel de la mujer en el proceso de independencia otorgándole un título más a una de ellas, eso no tiene sentido, porque la historia no es para saldar cuentas", agregó.
Según la académica ocurre más bien que "en la medida en que el tema femenino da dividendos en relación con la visibilidad que demandan las mujeres, existen unos íconos, las heroínas, que se incorporan como parte del discurso para hacer ver que se atiende el tema de la mujer".
Para Sara Beatriz Guardia, del peruano Centro de Estudios de la Mujer en la Historia de América Latina, "es posible advertir un cambio del discurso ante la importancia que ha cobrado en las últimas décadas el estudio de la presencia de la mujer en la historia".
La tendencia calza con los fastos del "ciclo bicentenario", una conmemoración que se inició este año con evocaciones de los gritos libertarios de 1809 en Quito y La Paz, y que seguirá en los próximos años recordando declaraciones y batallas.
Ese proceso y la sangrienta confrontación que lo marcó despuntaron con movimientos precursores, algunos con innegable presencia femenina y con una cuota de heroínas que unas veces destaca y otras solapa la historiografía oficial.
Es el caso de Micaela Bastidas (1745-1781), esposa de Túpac Amaru II (José Gabriel Condorcanqui, 1738-1781) y su compañera en la rebelión que encabezó en Perú. Fueron ejecutados el mismo día, con la menos conocida Tomasa Condemayta, capitana de un batallón de mujeres que ganó batallas a las fuerzas españolas.
O el de Bartolina Sisa (1753-1782), heroína aymara y esposa de Túpac Katarí (Julián Apaza, 1750-1781), quien movilizó a 40.000 indígenas contra el poder español en Alto Perú.
Sisa comandó batallones y demostró dotes de estratega al sitiar las ciudades de Sorata y La Paz. Vencido el movimiento, ella fue cruelmente vejada y torturada antes de ser ahorcada.
"Después, los criollos (blancos) conquistaron la independencia, indispensable para el desarrollo de sus intereses, y las gestas emancipadoras dirigidas por indios fueron minimizadas y olvidadas, no obstante que sacudieron los cimientos del sistema colonial", apuntó Guardia en su ensayo "Las mujeres y la recuperación de la historia".
Asimismo, "la participación de estas mujeres fue borrada, como si el hecho de ser mujer y morir por la patria no tuviese los mismos significado y dimensión que las acciones de los héroes, todos masculinos, de nuestra historia", señaló la académica peruana.
Las mujeres de nuevo destacaron cuando se urdió la independencia, como Manuela Cañizares (1769-1815), anfitriona de los conspiradores que dieron el grito de Quito en 1809, o María Ignacia Rodríguez (1765-1817), animadora de los patriotas en México.
Gertrudis Bocanegra (1765-1817) urdió una red de insurgentes mexicanos. Capturada por españoles se negó a delatarlos pese a las torturas, y murió fusilada por los realistas, como se denominaban las fuerzas que respondían a la metrópoli europea.
Empujaron a padres, hijos, hermanos, esposos o novios para que abrazasen la causa, como la chilena Javiera Carrera (1781-1862), adversaria dentro del campo patriota del prócer Bernardo OHiggins, o la neogranadina (colombiana) Policarpa Salavarrieta, gran luchadora clandestina, fusilada en Bogotá en 1817, junto con su novio, Alejo Sabaraín.
La heroína venezolana más conocida es Luisa Cáceres (1799-1866), esposa del general Juan Bautista Arismendi, a quien quisieron doblegar sometiendo a la joven embarazada a una atroz prisión en 1814-1816, que le hizo perder un hijo, y luego con su destierro.
En la milicia destacaron figuras como Azurduy, participante en guerrillas e importantes batallas como las de Ayohuma (1813), Potosí y La Laguna (1816), en la que fue herida y murió su marido, Manuel Padilla, cuando acudía en su rescate.
Sáenz, participante en la batalla de Pichincha, tras la cual los ejércitos colombianos ingresaron a Perú, acompañó a Bolívar en sus campañas y quehacer político, y tras impedir su asesinato por opositores en Bogotá en 1828 comenzó a ser llamada "la libertadora del libertador".
Pero en toda la guerra participaron muchas mujeres más, integradas a los ejércitos, en la retaguardia, en la logística (las soldaderas) y como combatientes. El fallecido historiador venezolano Vinicio Romero recordó en una ocasión que en la batalla de Carabobo (1821) muy probablemente murieron decenas de mujeres, en uno y otro bando.
En México hubo importante participación de mujeres entre las tropas, así como en el ejército colombiano (de las hoy Colombia, Ecuador, Panamá y Venezuela) y en la subregión andina fueron incorporadas comunidades indígenas, mujeres incluidas, al quehacer de la guerra.
Miles de indígenas acompañaron por ejemplo al general argentino Juan Álvarez de Arenales (1770-1831), lugarteniente de José de San Martín (1778-1850) durante su campaña por la sierra peruana en 1819-1820.