El vestir de hace doscientos años.

En 1810 era común ver a las mujeres vestidas de trajes largos y llamativos, con mantillas, enaguas o faldones y camisas las cuales llevaban encajes y flores y eran embobadas desde el hombro hasta el puño.
Sus cabellos largos más aún si eran de la clase alta lo recogían con peinados altos y llamativos, mientras las de clase baja utilizaban el cabello suelto o en trenzas.
Era fácil identificar a que clase social pertenecía cada mujer, pues las diferencias en su vestimenta era muy marcada, pero luego de la independencia la moda da un giro convirtiéndose en una moda “romántica” en la cual aquellas faldas largas ya no eran las más apetecidas, por el contrario subió hasta la mitad de la pierna por lo cual era de mayor importancia el uso de zapatos y de medias de alta calidad, pero esta no duro mucho pues luego de un corto tiempo volvió a bajar aunque con un nuevo componente el uso de botas.
Las telas eran un poco más transparentes, los colores eran más vivos, mucho más llamativos, que las diferenciaban de aquellas mujeres un poco más recatadas las cuales a su vez eran llamadas las “piadosas” pues eran bastante devotas por lo cual en su vestuario el café, el negro y el blanco eran los utilizados.
Aquí la clase social ya no es tan fácil de identificar pues ricas y pobres utilizaban lo mismo atuendos, lo que realmente las identificaban era la calidad de las telas, la ausencia del calzado en las pobres y los peinados.
Peinados que en el siglo XIX dan un cambio total, pues los adornos entre pañuelos, plumas, flores, pedrería cintas, peinetas y demás hacen que aquellos peinados altos y llamativos sean cambiados por sencillos pero atractivos.
Hoy hace doscientos años las mujeres visten como quieren, utilizan pantalones, sombreros, accesorios que anteriormente eran solo para el hombre, su cabello es llevado como a cada uno le parezca largo, corto, liso, ondulado y lo peina de la forma que quiera ya no hay una tipificación en los peinados de mujeres de alta clase con las mujeres de baja clase.

Por: Deisy Alvarado

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